Religión
Carlos Acutis y Pier Giorgio Frassati, nuevos santos para la Iglesia y el mundo
Fotos Especiales
Diario Sin Secretos
En solemne ceremonia y ante miles de almas reunidas en la Plaza de San Pedro, en Roma, el Papa León XIV declaró santos a los italianos Carlos Acutis y Pier Giorgio Frassati.
“Pier Giorgio y Carlo cultivaron su amor a Dios y a sus hermanos con medios sencillos, accesibles a todos: la Santa Misa diaria, la oración, especialmente la Adoración Eucarística”, dijo el Papa.
“Carlo solía decir: Frente al sol, nos bronceamos. Frente a la Eucaristía, ¡nos hacemos santos!. Y también: La tristeza es mirar hacia dentro; la felicidad es mirar hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desplazar la mirada de abajo hacia arriba; basta un simple movimiento de los ojos”.
El Papa León XIV, expuso que los nuevos santos son una “invitación para los jóvenes a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y hacer de ella una obra maestra”.
Carlo Acutis, el primer santo Milenial
Nació en Londres el 3 de mayo de 1991. Después de hacer su Primera Comunión a los 7 años comenzó a dedicarse a la Iglesia. Fue famosa su frase: «La Eucaristía es mi camino al Cielo».
Trabajando con un estudiante de ingeniería informática en la página de la parroquia, aprendió a diseñar y crear páginas web y se apasionó tanto por esta actividad que en el verano de 2006 creó la página web de un proyecto de voluntariado en su colegio y colaboró en la página de la Academia Pontificia Cultorum Martyrum, a la que pertenecía su madre. Con su ordenador, también creó un plan para rezar el Rosario.
«Carlo era un adolescente bondadoso, alegre y jovial. No ocultaba su fe ni su amor por Jesús. Estaba deseoso de ayudar a sus compañeros necesitados, y en el barrio donde vivía, ayudaba a los pobres que mendigaban con su amistad y parte de su paga. Decía: Estar siempre unido a Jesús, este es mi plan de vida».
Pasando parte de sus vacaciones de verano en Asís (Perugia), se sintió muy cercano San Francisco por el respeto por la Creación, la búsqueda de la paz y la entrega a los más necesitados.
En octubre de 2006, le diagnosticaron una forma agresiva de leucemia. En cuestión de días, su salud empeoró y a los 15 años y 5 meses, el 12 de octubre de 2006, falleció.
Su cuerpo se ha conservado en la Iglesia de la Spogliazione, en Asís, donde se exhibe para la veneración de numerosos fieles de todo el mundo.
Fue beatificado el 10 octubre de 2020 en la basílica de San Francisco de Asís y el 23 e mayo se conoció que el papa había firmado el decreto para su canonización.
Pier Giorgio Frassati, su vida de entrega a los pobres
Nació el 6 de abril de 1901 de una rica familia de Turín. Al iniciar la adolescencia sintió una fuerte necesidad de zambullirse en el Evangelio, de ser un cristiano al cien por ciento.
Fue miembro de un gran número de asociaciones católicas: tenía un gran anhelo de conocer más su fe, de crecer en la vida de oración, de vivir en un sincero compromiso por los demás, sea en la asistencia social, sea en el enseñar y dar testimonio de sus convicciones cristianas.
Cuando llega a la Universidad, percibe un ambiente hostil contra todo lo que huela a católico. Pier Giorgio no duda en promover actividades espirituales entre los universitarios. A veces a riesgo de más de algún choque violento con grupos intolerantes (esos que presumían de “liberales”, de “libertadores comunistas”, o de “patriotas” en las filas del fascismo).
En el panel de anuncios de la universidad de Turín pone un día, entre las muchas hojas y folletos que hablan de fiestas y diversiones, un cartel para invitar a los estudiantes a la adoración nocturna. Los “anticlericales” deciden intervenir para arrancar la “provocación” de Pier Giorgio. Al llegar, se encuentran allí delante al joven, que defiende enérgicamente su derecho a expresar las propias convicciones. Al final el panel queda completamente destruido, y el anuncio de Pier Giorgio acaba hecho pedazos…
Además del trabajo con los jóvenes universitarios, Pier Giorgio quiere dedicarse a los más necesitados, a los pobres, a los enfermos. Encuentra también tiempo para acompañar a un sacerdote dominico que da catequesis a los niños de un barrio obrero para defenderle ante los insultos y agresiones de algunos comunistas amenazadores, y no pocas veces se llega a los golpes…
Cuando el fascismo llega a su apogeo, Pier Giorgio intuye el carácter anticatólico (y antihumano) de la nueva ideología, y no duda en enfrentarse con los nuevos enemigos. Se irrita especialmente cuando ve cómo algunos católicos muestran su simpatía hacia los fascistas. Su fama de enemigo del nuevo poder llega a ser conocida. Hasta tal punto, que un domingo, cuando Pier Giorgio come en casa con su madre, un escuadrón de fascistas entra para destrozarlo todo. Nuestro joven aparece en el vestíbulo de ingreso, arranca un bastón a uno de los agresores y, con el bastón en mano, pone en fuga a los fascistas.
Es una vida apasionante: compromiso social, compromiso político, compromiso militante en numerosas organizaciones católicas, especialmente en los grupos de universitarios católicos. Compromiso, como dijimos, entre los más necesitados.
A muchos impresiona ver al hijo de los Frassati por las calles con un carro con los bártulos de gente pobre que busca una casa, o mientras visita a los hijos de los obreros para darles catequesis. En su familia lo tienen por loco. Casi siempre llega tarde, muchas veces sin dinero. No duda en prescindir del tranvía para dar lo ahorrado a quien pueda necesitar una limosna.
Un día invita a uno de sus amigos a un mayor compromiso de caridad, a visitar y atender a los pobres. El amigo le dice que tiene miedo, que no se atreve a entrar en casas miserables, donde todo es suciedad, donde las enfermedades contagiosas dominan por doquier. Pier Giorgio le responde con sencillez y convicción: visitar a los pobres es ¡visitar a Jesús!
Entre los pobres la providencia tenía prevista la llegada de la hora definitiva. Un día de finales de junio de 1925, el peligro se hace realidad. Pier Giorgio contrae, después de una de sus visitas, una poliomielitis fulminante.
Empieza a sentir fuertes dolores de cabeza y pierde el apetito. En su casa, sin embargo, no le hacen mucho caso, pues apenas tiene 24 años y es un joven robusto. Además, la abuela se encuentra muy grave, y todos están volcados sobre ella.
Pier Giorgio siente cómo el mal va avanzando, sin que se le atienda debidamente. Sólo cuando ya se encuentra en una situación dramática, sus padres se dan cuenta y reaccionan. Demasiado tarde. Desesperados, piden un suero especial al instituto Pasteur de París, pero ya no queda nada por hacer.
Con la humildad y el desapego con el cual había vivido se enfrentaba ahora, en plena juventud, a la muerte. O, mejor, al encuentro con aquel Jesús que tanto había amado, por el cual había luchado en la universidad y en la calle, entre los pobres o entre jóvenes de clase media poco activos en su fe.
Por eso no resultó extraño su último gesto. Pidió a su hermana Luciana que tomase de su habitación una caja con inyecciones, y escribió encima de ella la dirección de la persona a la cual había que llevar la medicina.
La muerte llega el 4 de julio de 1925. Los funerales se tienen dos días después. Son una explosión de cariño y afecto hacia un joven que había vivido para los demás. Son también el momento en el cual los padres de Pier Giorgio descubren realmente quién era su hijo, cuánta gente lo quería, lo mucho que había hecho, sencillamente, sin aspavientos, en las largas horas que pasaba fuera de casa.
“Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando…”. La vida de Pier Giorgio fue, realmente, vida. Porque amó su fe, y porque su fe le llevó a amar y a servir a Jesús en sus hermanos.
Pier Giorgio Frassati fue declarado beato por Juan Pablo II el 20 de mayo de 1990. Sobre su personalidad, Benedicto XVI comentaba:
«Joven como vosotros, vivió con gran compromiso su formación cristiana y dio su testimonio de fe, sencillo y eficaz. Fue un muchacho fascinado por la belleza del Evangelio de las Bienaventuranzas, que experimentó toda la alegría de ser amigo de Cristo, de seguirle, de sentirse de manera viva parte de la Iglesia» (a los jóvenes, Turín 2 de mayo de 2010).
(Esta breve biografía se inspira en un trabajo de Antonio Sicari, Retratos de santos, vol. 2, Editorial Encuentro, Madrid 1996).
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