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Opinión de Ricardo Bravo

Se reconstruye Puebla luego de errores del pasado

*El gobernador Alejandro Armenta reviró al PAN tras ataques contra su gobierno, y dice: “No somos iguales a ellos”. 

La Opinión De Ricardo Bravo 

El pasado sábado 1 de marzo, Puebla capital se estremeció con sangre y fuego. 

En la colonia Del Valle, dos policías municipales, Edgar de Jesús Popoca Gutiérrez y Alejandro Osorio Santellán, fueron emboscados y asesinados mientras patrullaban en la unidad GG-001.

 Los sicarios no solo dispararon, sino que incendiaron una tienda Oxxo y un auto particular, dejando una estela de caos que se extendió hasta la madrugada con balaceras y bloqueos en distintos puntos de la zona norte de la ciudad.

 La respuesta de los policías fue inmediata: una protesta en el zócalo pidiendo la renuncia de Fernando Rosales Solís, titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC)—, y de mandos policiales, acompañada de gritos contra años de abandono y mandos ineptos. 

Pero este no es un hecho aislado; es el eco de una Puebla capital que lucha por salir de las sombras de la corrupción heredada por malos gobiernos. 

En su conferencia mañanera, el gobernador Alejandro Armenta, afirmó que  “no hay descomposición social; se actúa contundentemente en materia de seguridad”. 

No esquivó la gravedad del fin de semana —que incluyó el hallazgo de nueve cuerpos en la zona limítrofe con Oaxaca, presuntamente originarios de Tlaxcala, según el vicealmirante Francisco Sánchez González—, pero enmarcó los hechos en un contexto mayor. “Son problemas estructurales de gobiernos pasados, de una corrupción que enfrentamos con arte, cultura y deporte”, y Armenta, sostuvo: “Mi administración no está cruzada de brazos”.

Las cifras que presentó refuerzan su narrativa: del 14 al 16 de febrero, 586 detenciones, 133 vehículos ligados al huachicol asegurados, 297 autos robados recuperados, 16 mil gramos de marihuana, mil dosis de cristal, 30 armas y mil cartuchos decomisados. 

El desmantelamiento de un laboratorio con apoyo de Tlaxcala y reuniones de seguridad con Morelos, Oaxaca, Ciudad de México y próximamente Guerrero. 

“Puebla, la cuarta ciudad más grande y el quinto estado más poblado de México, vive una etapa inédita con Claudia Sheinbaum al frente”, dijo el mandatario  con el humanismo de la 4T, que busca recuperar la patria tras décadas de saqueo.

El PAN, sin embargo, aprovecha la coyuntura y arremete contra la 4T y dice que “Alejandro Armenta de presumir operativos mientras los poblanos vivimos entre balas”. 

El gobernador, dijo con firmeza:  “No somos como el PAN; nosotros combatimos la corrupción que ellos solaparon”. Y es cierto que la 4T, consolidada por Sheinbaum en un contexto adverso con Estados Unidos, enfrenta resistencias de empresarios que creyeron suya la riqueza nacional. 

En Puebla, Armenta sigue esa ruta: despensas del DIF, comedores fríos,  huertos de traspatio para el autoconsumo, apoyo a microempresas y planes de desarrollo para generar inversión, respaldo a centros educativos y fortalecimiento de los cuerpos policiacos, con vehículos y equipo sofisticado, promoción de la cultura y el deporte.

 Pero la realidad en las calles de Puebla capital,  pesa.

 Los policías señalan que el jefe Rosales representa a una corporación con mando deteriorado, incapaz de coordinarse con la policía del estado o las policías  conurbadas.

La renuncia de Gustavo Alonso González Zapata “El Sauce” y cuatro mandos no apaga la furia de los policías. Falta la salida de Rosales.

 Pepe Chedraui, alcalde capitalino, dice que las quejas son “problemas de gobiernos pasados” y promete un aumento salarial del 6%, equipo y becas para los hijos de los caídos.

 Aún así, sostiene a Rosales, mientras Samuel Aguilar Parra, secretario de Gobernación estatal, insiste en pedir que en la capital haya un mando militar en seguridad. 

El próximo jueves 6 de marzo, en una nueva mesa de diálogo, se definirá cuál será el futuro de la Dependen Municipal y si habrá nuevo jefe policiaco, y si es militar o de la marina, o repite otro civil.

Armenta y Chedraui enfrentan un reto titánico: transformar una Puebla que no arde en descomposición, como dice el gobernador, sino que tiembla por una sacudida institucional.

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