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Las palabras pronunciadas ayer en el IEE por el gobernador electo de Puebla, Alejandro Armenta, todavía retumban: “El equipo de transición no es el gabinete. De una vez que quede claro para que no empiecen a emocionarse, porque en esa ruta lo que necesitamos es asegurar que quienes vayan a ocupar esas carteras de la administración tengan amor y consagración, esa es responsabilidad mía. No me puedo equivocar con un personaje que a los ocho días ya se sintió mal, ya no quiere, ya está de malas, ya se agotó, ya no quiere atender a la gente, no toma llamadas, no responde a los compañeros. Yo, no puedo estar así. Yo, necesito eficiencia, eficacia, resultados; no hay otra cosa para mí”.
Y recalcó: “Eficiencia, eficacia, resultados, lealtad y capacidad; consagrarse al servicio público. No hay becas; no son días de campo; no son trabajos de 8 de la mañana a 6 de la tarde ni son de lunes a viernes; que piensen con cuidado desde ahora”.
Los puntos que toca Armenta son de una alta sensibilidad; complicados de cumplir cuando no hay profesionalismo ni talento y se desconoce LA VIRTUD DE LA LEALTAD que tiene que ver con FIDELIDAD, EL HONOR Y LA GRATITUD. Las mayúsculas son necesarias, porque el antónimo es la TRAICIÓN, algo que se cocinó durante la precampaña interna de Morena y fue platillo de muchos durante la campaña de Armenta, apostando a dos cartas y cobrando descaradamente en la nómina de Eduardo Rivera, repitiéndose con Pepe Chedraui, a quien acuchillaron por las espaldas favoreciendo a Mario Riestra.
En esto tienen que ver políticos y periodistas mercenarios que buscan pasar desapercibidos. En el ambiente todo se sabe. También hubo expresiones de odio de la gente de Riestra en el hotel que alquiló convirtiéndolo en su guarida. Sus asesores y operadores de medio pelo decían: “A chingar a su madre todos los armentistas”. Y es que, varios traidores acudían a recibir dinero creyendo que nadie lo vería o los delataría.
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