Religión

San Martín de Porres, el “santo de la escoba”

DiarioSinSecretos.com

La Iglesia Católica, festeja a San Martín de Porres (1579-1639) ejemplo de sencillez y humildad, llamado el “santo de la escoba”, en su labor de portero y barrendero en el convento donde vivió, y que tuvo como encomienda “pasar desapercibido y ser el último”. 

El primer santo mulato de América que intercedió para que Dios realizará múltiples milagros, como  la sanación instantánea de enfermos, y contar con el don de bilocación y su control sobre la naturaleza, pues las semillas que sembraba germinaban antes de tiempo.

Nació en el virreinato del Perú, durante la Colonia, y fue un fraile que perteneció a la orden de los dominicos.

1. Bilocación

La bilocación es un fenómeno paranormal, divino o sobrenatural por el cual una persona está en dos lugares a la vez.

Se asegura que fray Martín fue visto varias veces en sitios como México, China, Japón, África, las Filipinas y quizás en Francia, aunque se sabía que siempre trabajó desde el monasterio y nunca salió de Lima.

San Martín quiso ser misionero, pero no logró cumplir ese sueño, eso no le impidió aparecérsele misteriosamente a los misioneros cuando estaban pasando por alguna dificultad durante sus servicios en tierras lejanas.

Estando dentro del convento y sin tener llaves de las cerraduras, se cuenta que visitaba a enfermos graves directamente en sus camas, dándoles consuelo o curándolos. La gente de Lima se preguntaba cómo podía pasar por puertas cerradas, a lo que él graciosamente respondía: “Yo tengo mis métodos para entrar y salir”.

Un amigo comerciante de fray Martín fue a visitarlo antes de salir de viaje de negocios, pidiéndole que orara por su éxito. Al llegar a México cayó enfermo. En pleno momento de sufrimiento recordó a su amigo fray Martín y sorpresivamente apareció a su lado.

Le cuidó y le recetó una bebida medicinal para que se recuperara rápidamente. Ya gozando de salud, el comerciante salió a la ciudad a buscar a su amigo para agradecerle, pensando que estaba de visita en México.

Lo buscó en el monasterio dominico de México, en la casa del arzobispo, en hoteles y posadas en toda la ciudad sin encontrarlo. Fue solo a su regreso a Lima que entendió la naturaleza del milagro.

Un nativo de Perú también tuvo una conversación cara a cara con fray Martín estando en China, específicamente en la oficina de aduanas. En la conversación recibió una descripción detallada del fraile sobre la ubicación de un hermano dominico que vivía en Manila, a quien había conocido también de forma misteriosa en Filipinas.

Otro relato cuenta la historia de un paciente que sufría erisipela y se resistía con repugnancia al tratamiento del fraile, que era la aplicación de sangre de gallo en la piel infectada.

Fray Martín aseguró que era un modo eficaz para aliviar su dolor, agregando: “lo he visto ser usado con éxito en el hospital de Bayona en Francia”.

Uno de los casos más sustanciales de bilocación del fraile viene del relato bajo juramento de un hombre llamado Francisco de Vega Montoya, quien aseguraba haberlo visto en el norte de África mientras él era prisionero de guerra en Berberia.

Vio al fraile muchas veces atendiendo a los enfermos, dándoles apoyo, vistiendo a los desnudos y motivando a los prisioneros a no decaer en su fe. Tras recuperar su libertad viajó a España y luego a Lima.

Una vez allá fue al monasterio de los dominicos a buscar al fray para agradecerle por sus labores en África, a lo que el fraile le pidió no mencionar su presencia en África a nadie.

Debido a las historias que circulaban entre los compañeros hermanos de la orden sobre la bilocación de fray Martín, Francisco entendió finalmente que lo que vivió fueron visitas sobrenaturales de aquel hombre santo y comenzó con entusiasmo a contar a la gente la gracia de las obras milagrosas del fraile en África.

La Curación de enfermos:

Su habilidad y fama como cirujano y curador de enfermos era muy conocida. Determinar si sus obras de sanación fueron actos de un médico experto o milagros de un hombre santo ha sido difícil, pues la recuperación de los enfermos en los relatos siempre es consistente con la inmediatez o la rapidez.

En muchas ocasiones, con su mera presencia, desaparecía el sufrimiento de un enfermo. Una vez curó a un sacerdote que estaba al borde de la muerte por una pierna gravemente infectada. Otro relato cuenta que curó a un joven estudiante de la orden, que se dañó los dedos, para que pudiese continuar su carrera de sacerdocio.

Este tipo de milagros también sucedieron bastante con el uso de la bilocación. Una frase común dicha por el fraile en el momento de su acto de curación era “Yo te curo, Dios te salva”.

La Clarividencia

De acuerdo con los relatos, este don, la mayoría de las veces, iba de la mano de sus curaciones milagrosas. A pesar de haber tenido conocimientos de medicina, resultaba bastante imposible de creer que siempre acertara con exactitud el tratamiento a usar para curar una enfermedad.

Era frecuente verlo acercarse a una persona que estaba secretamente bajo sufrimiento y aconsejarle qué hacer, beber y comer para mejorar su salud. Inclusive podía llegar con la medicina precisa y materiales necesarios para atender a un necesitado, sin este haber siquiera avisado de su estado o pedido remedio alguno.

Con el uso de la bilocación también se cuenta que recetaba exactamente lo que el enfermo necesitaba para curarse. Luego simplemente desaparecía y el enfermo se recuperaba milagrosamente al cumplir el tratamiento al pie de la letra. Se cree que supo el momento de su muerte aceptando su partida en paz.

Comunicación con los animales

La comunicación con los animales no es exactamente un milagro. Fue lo que logró hacer con este don lo que realmente cuenta como milagro. Se dice que una vez hizo a un perro, un gato y un ratón comer del mismo plato sin que se atacaran el uno al otro.

En una ocasión unos novicios llevaron un par de toros al monasterio. Cuando comenzaron a pelearse, el fraile logró calmarlos e incluso logró que comieran juntos. Pidió al toro mayor que permitiera al más joven comer primero, como era la costumbre dentro de la orden.

Otro episodio habla sobre una infestación de ratas en el monasterio. Fray Martín habló con la población de roedores en el jardín diciéndoles que les llevaría comida una vez al día si prometían quedarse fuera. A partir de ese momento el monasterio no presentó más problemas de ratas.

Milagros después de su muerte

Para el momento de su fallecimiento, el 3 de noviembre de 1639, ya era un personaje totalmente reconocido y querido en Lima. Su veneración comenzó casi inmediatamente y los relatos de sus milagros como hombre santo circularon por todo el país.

La recolección de estos relatos fue iniciada en 1660 por el arzobispo de Lima, para hacer la petición de beatificación, pero la estructura colonial de la sociedad no lo permitió. Fue para 1837 que se sobrepasaron los prejuicios de la época y se concretó su beatificación con el papa Gregorio XVI.

El papa Juan XXIII elevó al fraile Martín de Porres a los altares de la iglesia en 1962. Esta larga y esperada canonización fue sustentada por dos milagros que fueron tomados como indiscutibles intercesiones de Martín.

El milagro de Paraguay de Dorotea Caballero Escalante (1948)

A una anciana de 89 años se le dieron unas pocas horas de vida tras un bloqueo intestinal y un infarto. La familia entonces inició los arreglos de su funeral para el día siguiente. Su hija, que estaba en Buenos Aires, muy desconsolada, rezaba incansablemente a Martín de Porres por la salud su madre.

La noche siguiente, sin poder dormir, se levantó a las dos de la mañana a rezar el santo rosario completo, pidiendo por encima de todo volver a ver a su madre viva en Paraguay. Al regreso encontró su hogar lleno de felicidad.

Su madre había mejorado milagrosamente en el momento preciso de sus plegarias y rezo del rosario en la madrugada. En dos o tres días, la anciana Dorotea estaba de pie y sana como si nada hubiese pasado.

El milagro de Tenerife de Antonio Cabrera Pérez (1956)

Un niño de apenas cuatro años y medio sufría de su pierna izquierda gravemente lesionada. Tenía gangrena y sus dedos estaban ennegrecidos. Después de una semana, el chico se puso amarillo y los doctores urgieron la amputación.

Un amigo de la familia entregó una reliquia y una imagen de Martín de Porres a la madre. Ella pasó ambos objetos por encima de la pierna del niño y dejó la imagen entre los dedos ennegrecidos.

Ambos, madre e hijo, le rezaron a Martín de Porres para no tener que amputar. Las oraciones fueron acompañadas por las monjas del hospital y por visitantes.

Tras dos días, la pierna recuperó su color natural. 23 días después, Antonio regresó a casa, y pasados tres meses pudo usar de nuevo un zapato y jugar al fútbol con sus amigos sin sensación de incomodidad.

El santo no fue comprendido en su tiempo:

Las leyes de su tiempo le impedían ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y

Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús.

Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el pelo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! Y su respuesta fue sonreírle, sin hablar.

Su muerte causó gran conmoción

Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por conseguir alguna reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.

Su culto se ha extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato en 1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de «Martín de la caridad”.

Oración para pedir la intercesión de San Martín de Porres:

«Señor Nuestro Jesucristo, que dijiste «pedid y recibiréis», humildemente te suplicamos que, por la intercesión de San Martín de Porres, escuches nuestros ruegos.

Renueva, te suplicamos, los milagros que por su intercesión durante su vida realizaste, y concédenos la gracia que te pedimos si es para bien de nuestra alma».

Amén.

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