*El rezo del rosario es un arma poderosa para no ir al infierno: destruye los vicios, disminuye los pecados y nos defiende de las herejías.
DiarioSinSecretos.com
La Iglesia Católica, festeja este sábado 7, a la Vírgen del Rosario – antes conocida como Nuestra Señora de la Victoria y fiesta del Santo Rosario- , que recuerda la victoria de la flota combinada de la Liga Santa de 1571 sobre la armada otomana en la batalla de Lepanto.
La Virgen del Rosario es una devoción de la Virgen María, que se le apareció un día a Santo Domingo de Guzmán en 1208, en una capilla de un monasterio en Francia con un rosario en las manos, y le enseñó a rezarlo, pidiéndole que predicara con el rosario a los demás creyentes.
A cambio, la Virgen, hizo la promesa de que con el rezo del Rosario se obtendría los siguientes beneficios.
1. Aquellos que recen con enorme fe el Rosario recibirán gracias especiales.
2. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
3. El Rosario es un arma poderosa para no ir al infierno: destruye los vicios, disminuye los pecados y nos defiende de las herejías.
4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su deseo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
5. El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
9. Libraré del purgatorio a a quienes recen el Rosario devotamente.
10. Los niños devotos al Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mí al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesús Cristo.
15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.
San Pío V estableció esta fiesta en 1573. El propósito era agradecer a Dios por la victoria de los cristianos sobre los turcos en Lepanto, una victoria atribuida al rezo del rosario. Clemente XI extendió la fiesta a la Iglesia universal en 1716.
El desarrollo del rosario tiene una larga historia. Primero se desarrolló la práctica de rezar 150 Padres Nuestros a imitación de los 150 Salmos. Luego hubo una práctica paralela de rezar 150 Avemarías. Pronto un misterio de la vida de Jesús se unió a cada Ave María.
Aunque la entrega del rosario de María a Santo Domingo es reconocida como una leyenda, el desarrollo de esta forma de oración debe mucho a los seguidores de Santo Domingo. Uno de ellos, Alan de la Roche, era conocido como «el apóstol del rosario».
En el siglo XV fundó la primera Cofradía del Rosario. En el siglo XVI, el rosario se desarrolló hasta su forma actual, con los 15 misterios: gozoso, doloroso y glorioso. En 2002, el Papa Juan Pablo II añadió cinco Misterios de Luz a esta devoción.
En 1571, el Papa San Pío V organizó una coalición de fuerzas de España y de reinos cristianos más pequeños, repúblicas y órdenes militares, para rescatar puestos avanzados cristianos en Chipre, particularmente el puesto avanzado veneciano de Famagusta que, sin embargo, se rindió después de un largo asedio el 1 de agosto antes de que las fuerzas cristianas zarparan.
El 7 de octubre de 1571, la Liga Santa, una coalición de estados marítimos católicos del sur de Europa, zarpó de Messina, Sicilia, y se encontró con una poderosa flota otomana en la batalla de Lepanto. Sabiendo que las fuerzas cristianas se encontraban en una clara desventaja material, el Santo Pontífice, el Papa Pío V, llamó a toda Europa a rezar el Rosario por la victoria y dirigió una procesión del rosario en Roma.
Después de unas cinco horas de lucha en el borde norte del Golfo de Corinto, frente a Grecia occidental, las armadas combinadas de los Estados Pontificios, Venecia y España lograron detener a la marina otomana, ralentizando el avance otomano hacia el oeste y negándoles el acceso al Océano Atlántico y a las Américas.
Si los otomanos hubieran ganado, entonces había una posibilidad real de que una invasión de Italia podría haber seguido para que el sultán otomano, que ya decía ser emperador de los romanos, estuviera en posesión tanto de la Nueva como de la Vieja Roma.
