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Hace décadas que el sector agropecuario del país no presentaba un panorama tan desolador y en franca decadencia en su producción y productividad, con escasez de insumos y a precios “por las nubes”, dijo Rafael García del Horno. Secretario de Finanzas de la Fundación Mejoremos al Campo.
Van tres ciclos agrícolas de descapitalización. La gente del campo no tiene capital para invertir y, en gran medida, prefiere dedicarse al comercio o a otras actividades totalmente fuera del contexto de la agricultura. Por tercer año consecutivo no hay financiamiento de lo que era la “Banca de Desarrollo” y los bancos privados no cuentan con programas crediticios “porque el campo no es su campo”, señaló García del Horno.
Sólo por lo que se refiere a los fertilizantes, añadió, hace seis meses la tonelada se cotizaba en 9 mil pesos. El más barato era el sulfato de amonio, y había suficiente. En la actualidad escasea y solamente se ofrecen los combinados, como el 18-46-0 y otros, con precios que no bajan de 20 mil pesos la tonelada.
El dirigente campesino achacó el fenómeno inflacionario en los insumos agrícolas, al aumento de la paridad cambiaria del peso respecto del dólar, lo cual significa una depreciación para los mexicanos, pues gran parte de los fertilizantes y de la maquinaria y partes de los tractores y otras máquinas de labor, son de importación y allí “el dólar es el que vale”.
La depreciación del peso afecta a todo el proceso productivo, desde la semilla hasta la maquinaria, agroquímicos y fertilizantes, provocando que todo suba y esto es una cadena que se refleja en las labores de cultivo, en insumos esenciales, en transporte y mano de obra.
Añadió que la disposición del gobierno de aumentar el salario mínimo, y el campo no es la excepción, en el sector rural nos veremos en serios problemas económicos. “Lo que no sabemos los agricultores, sobre todo los que producimos granos básicos, es de dónde vamos a sacar más dinero para cubrir salarios de los trabajadores y, al mismo tiempo, se fijan precios – tope del maíz, frijol, arroz y trigo”.
Los precios de garantía del maíz, frijol, trigo y arroz, que son la base de la dieta alimenticia de los mexicanos, están totalmente rebasados por la actual inflación. “Simplemente el gobierno desoye las demandas campesinas, y no cambia su actitud. La política de precios de granos básicos, sigue siendo la misma desde hace treinta o cuarenta años. “El campesino que se joda”. Vamos a “darle un dulce para que se entretenga”.
Actualmente el precio comercial de la tortilla se cotiza hasta en 22 pesos el kilogramo. Equivale a más del doble de lo que costaba al inicio de la presente administración, que eran 10 pesos. El gobierno se queda callado. Está sordo y la Procuraduría del Consumidor no cumple con sus funciones. Sabemos que, de cada kilo de maíz, resultan dos kilos de masa para tortillas. Esa es su ganancia.
Los productores nos preguntamos: ¿entonces, por qué nos pagan a 6.00 o 7.00 pesos el kilogramo de maíz? Nadie sabe qué hace el gobierno en estos casos. Y lo mismo sucede con el trigo, el sorgo, la soya, el arroz, la cebada y otros muchos productos.
Rafael García del Horno recordó que desde que inició esta administración la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) no ofrece ningún apoyo a los campesinos que verdaderamente producen, por lo que las cosechas de todo tipo de producto se les tienen que vender a los grandes empresarios de la iniciativa privada y a los intermediarios.
En cuanto al Presupuesto de Egresos de la Federación, “sólo sabe de ello Doña Leandra y sus Hijas”. Es un viejo dicho que se interpreta que doña Leandra es la responsable de las obras ‘insignia’ del señor Presidente López Obrador. Para allá van las carretadas de dinero, y para los campesinos, “que se vuelvan a joder”. Las hijas se refieren a nombres concretos del Tren Maya, refinería Dos Bocas y Aeropuerto Felipe Ángeles
Por si fuera poco, es preocupante que este año hubo daños cuantiosos por exceso de humedad. Todos los estados del sureste sufrieron siniestros, y también varios del centro y norte. Al menos dos millones de hectáreas perdieron totalmente sus cosechas. Nadie habló de indemnizaciones a los afectados, solamente para los que sufrieron en zonas urbanas o semi-urbanas. Para los campesinos, nada.