Diariosinsecretos.com/Angélica García Muñoz
Ciudad de Puebla.- Dios nos concede la gracia para celebrar el triunfo de Jesús sobre la muerte y de la Fiesta de la Divina Misericordia que viene en el auxilio de los hombres y mujeres del mundo ante el temor y la desesperanza, para darles la paz y regresarles la esperanza, dijo el Obispo Auxiliar Monseñor Tomás López Durán .
Al presidir la celebración del segundo Domingo de Pascua en la Catedral de Puebla, reflexionó sobre lo sucedido a los apóstoles y seguidores de Jesús luego de la Resurrección de su Maestro, que les transmitió el soplo del Espíritu Santo que los animará y acompañará a la humanidad hasta delfín del mundo.
Al referirse a Santo Toma – el apóstol- que tuvo una actitud de incredulidad, no creerá hasta que no lo ve 8 días después, cuando lo saluda y le dice, “Tomás ven, ya no sigas dudando, toca mis heridas, trae aquí tus dedos, palpa y mételos en mis heridas, cerciórate “, es ahí donde Tomás cree y lo lleva a una confesión de fe: “Señor mío y Dios mío”.
Este acontecimiento de la Resurrección de Jesús, marca la vida de los discípulos quienes después de estar encerrados – por estar espantados y atemorizados- van a salir a anunciar el Evangelio iluminados por el Espíritu Santo.
Esa experiencia con el resucitado les lleva a una fe, a una gran confianza en su Palabra, que los lleva a hacer signos admirables de curar enfermos y transformarán la vida de los hombres para que llegaran a la presencia de Dios y contemplar sus obras, expuso el obispo auxiliar.
Indicó que hoy el hombre es testigo de la misericordia de Dios al ver a Jesús en un crucifijo con sus llagas a través de los mas vulnerables, los desprotegidos, los enfermos y los que sufren,
Pidió que la santísima Virgen nos ayude a cumplir la palabra que hemos escuchado en éste Domingo.
Primera lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16
Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a las plazas, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.
Acudía incluso mucha gente de las ciudades cercanas a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos eran curados.
Salmo
Sal 117, 2-4. 22-24. 25-27a R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Segunda lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
El día del Señor fui arrebatado en espíritu y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta que decía:
«Lo que estás viendo, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias».
Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuelto, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro.
Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome:
«No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y lo que ha de suceder después de esto.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
16 años cuestionándolo todo, investigación y crítica política sin censura.