Estamos acostumbrados a pensar que los límites y las normas deben ser establecidos o impuestos por el adulto, que es el que sabe y el que debe asegurar una correcta educación…
Otro sector opina que los límites y las normas coartan la libertad de los niños, y que es preferible confiar en su propia autorregulación, para que sean ellos mismos, por si mismos, quienes aprendan dónde están los límites y cuáles son las normas.
Y entre ambos perfiles… te propongo el camino del medio.
El de establecer límites y normas, pero no desde el autoritarismo, sino desde la mirada de la Disciplina Positiva.
Y para eso, te traigo 7 claves para establecer límites y normas según la Disciplina Positiva.
¿Son necesarios los límites y las normas?
Los límites y las normas son absolutamente necesarios, porque garantizan su felicidad y su seguridad.
Los límites proporcionan seguridad al niño o a la niña para enfrentarse al mundo. Las normas aseguran armonía en la familia, y les enseña a convivir.
Límites y normas con empatía y amabilidad
Pero es más profundo que eso. Sin límites y normas, al contrario de lo que podrías pensar, los niños se sienten perdidos, inseguros, sin confianza.
Y aquí vamos a desmentir un mito: la crianza respetuosa no es sinónimo de ausencia de límites y normas.
Para nada.
Lo único que los vamos a establecer desde la empatía y la amabilidad, para establecer límites y normas con respeto y sin gritos.
¿Y como hacerlo así? ¿Sin gritos, sin amenazas, sin castigos?😨
Sigue leyendo, que te lo explico.🤩
Firmeza y amabilidad es posible
En Disciplina Positiva hablamos mucho de que tenemos que educar con amabilidad y firmeza al mismo tiempo.
¿Te suena? 🤷♀️
Vale, pero del dicho al hecho… hay un trecho. Lo se, lo he vivido (y a veces, lo sigo viviendo).
Llega a acuerdos para mejorar la colaboraciónLa amabilidad hace referencia a que, a la hora de establecer límites y normas, lo haremos respetando a nuestro hijo, con empatía, y en base a su etapa de desarrollo.
La firmeza hace referencia al respeto hacia nosotras mismas y hacia la situación (entorno, otras personas, etc).
Nuestro objetivo (desde CFC y como padres) y ahora el tuyo, debe ser conseguir que se cumplan las normas, desde un ambiente de calma y respeto. Así que vamos a ver ya de ya las claves para establecer límites y normas con respeto y sin gritos (o amenazas, o castigos, o premios, o chantajes).
7 claves para establecer límites y normas con respeto y sin gritos, según la Disciplina Positiva
La clave para que los límites y normas se respeten, está, en contra de lo que muchas personas todavía creen, en establecerlos sin recurrir a los premios y castigos, los chantajes o las amenazas.
Parece todo un arte, pero si tienes claras las bases, verás como es mucho más fácil de lo piensas, e infinitamente más satisfactorio que andar todo el día con gritos o amenazas.
1. Involucra a tus hijos
Si los niños se sienten partícipes en la toma de decisiones, y por tanto, en el establecimiento de las normas, será mucho más fácil que los respeten.
Si tenemos en cuenta la opinión del niño a la hora de poner ciertas normas, él se sentirá respetado, escuchado e importante.
Obviamente, si hablamos de límites, que garantizan la seguridad de nuestros hijos, poca negociación va a haber. Pero hay otras muchas normas que SI podemos consensuar.
Sentaros juntos, haced una lluvia de ideas, preguntad a vuestros hijos qué opinan, qué se les ocurre, qué proponen…
2. Que sean proporcionados, justos y adecuados a la edad/desarrollo del niño/a.
Es fundamental entender que no podemos pedir aquello que por edad, desarrollo o capacidad no pueden dar. Si tu exiges a un niño de 2-3-4 años que permanezca sentado en la mesa hasta que todos acaben, te aviso: te vas a frustrar, porque con 2 años no están preparados para ello. Necesitan movimiento, actividad, jugar, gastar energía…
Por tanto, debes asegurarte de que los límites y normas que establezcas, respeten siempre y en todo momento las necesidades primarias de los niños. Lo que pretendemos es que el niño aprenda a actuar de forma autónoma, y logre tener autocontrol, pero para ello es importante poner límites equilibrados y respetuosos para todos.
3. Que sean los mismos para todos los miembros de la familia.
Debemos ser coherentes y que las normas sean para todos. Si no se ven pantallas a la hora de la cena, nadie puede hacerlo (te toca dejar el móvil, la TV, etc). Si no se grita en casa, nadie grita (o al menos tu, que eres la adulta y eres la que debe dar ejemplo de lo que pides a los demás).
Cuando los niños ven que tu te esfuerzas por respetar las normas que entre todos habéis establecido, también se mostrarán mucho más colaborativos para aprender a hacerlo.
4. Mensajes cortos, claros y en positivo.
Si para explicar una norma, tienes que enrrollarte, esa norma no vale. Los niños tienen una capacidad de escucha muy limitada (basicamente, aprenden por lo que ven, no por lo que les dices) así que la explicación de una norma debe ser corta, sencilla, que se entienda con pocas palabras.
Además, los vamos a comunicar en positivo, es decir:
En vez de:
«no se grita»
«no corras por el pasillo»
Diremos:
«en casa hablamos bajito»
«por el pasillo caminamos despacio»
Esto es así porque el cerebro está diseñado para entender y asimilar mucho mejor el SI que el NO.
5. Flexibles y adaptables al ritmo familiar.
Los límites, como decíamos, garantizan nuestra seguridad. Por tanto, van a ser innegociables (pegar, higiene, gritar, cruzar la calle de la mano…). Aquí, simplemente nos toca tener paciencia y darles el tiempo que necesitan para aprenderlo (y es mucho tiempo, ya te lo digo).
Pero las normas, que aseguran armonía en la convivencia, si pueden y deben ser flexibles, adaptables, no solo al ritmo familiar sino también a la edad de los niños.
Por ejemplo, nosotros en casa tenemos la norma de cenar sin tele, sólo música. Pero los fines de semana si podemos cenar viendo una película.
vínculo madre-hijos
6. Expresados con amabilidad y empatía.
Ya sólo trabajando el establecer límites en positivo, va a salir sola la amabilidad.
Criar con cariño y «amabilidad» no debe confundirse con la «sobreprotección excesiva». No se trata de evitar que el niño viva una decepción, o en sentido contrario, poner más obstáculos en su camino para que «aprenda a gestionar la frustración».
Se trata de hablar y explicar desde la empatía, entendiendo los sentimientos del niño o de la niña, validando sus emociones, haciéndole partícipe y parte importante de la familia. Así, a través de nuestras palabras y de nuestra calma, daremos importancia a lo que siente, le haremos ver que tiene derecho a sentir enfado, ira o frustración, y le ayudaremos y capacitaremos para encontrar una solución, al tiempo que le enseñamos a manejar esas emociones sin violencia (entiendo que estés enfadado, y seguro que eres capaz de encontrar la forma de solucionarlo).
7. Enfocados en la participación, orientados a soluciones y que su incumplimiento fomente aprendizajes y cooperación.
¿Qué pasa si mi hijo no cumple las normas, se las salta, no las respeta?
Pues buscaremos soluciones juntos.
Porque los niños necesitan tiempo y paciencia para integrar los límites y asimilar las normas.
Lo primero primerísimo será que nuestros hijos conozcan, pero de verdad, las normas. Porque a veces damos por hecho que las conocen, pero… ¡no es así! Ocurre muchas veces que vamos por la vida improvisando normas, según van ocurriendo los acontecimientos… pero no podemos actuar así. Los niños necesitan seguridad y coherencia.
Tampoco vale tener una enciclopedia de normas, porque será imposible, por un lado, que el niño se acuerde de todas ellas, y por otro lado, será imposible que las cumpla (el sentimiento de vivir en una cárcel o en un cuartel del ejército debemos evitarlo a toda costa).
Vamos a poner los límites imprescindibles, y las normas que sean absolutamente necesarias, teniendo en cuenta en todo momento que los niños necesitan libertad para explorar, aprender, equivocarse, y descubrir. También descubrir como saltarse los límites 😉
Así que no vamos a informar a nuestros hijos sobre la marcha. Lo que haremos es, en un momento en el que todos estemos tranquilos, hablaremos sobre las normas con calma, anticipándonos, y asegurándonos que las han entendido. Esta es una clave fundamental para establecer límites y normas con respeto y sin gritos.
Constancia y paciencia para que se cumplan las normas
Otra cuestión que surge habitualmente en nuestros talleres, sesiones y formaciones, es:
¿Qué hago para que se cumplan las normas?
Pues además de lo que os he estado contando hasta aquí, hay dos palabras clave para lograrlo:
CONSTANCIA Y PACIENCIA.
Constancia para repetir las veces que hagan falta, la norma o el límite de que se trate. Un niño puede tardar meses o años en asimilar una norma.
Toca perseverar y no ceder cuando una norma se incumple. Si no se cruza solo, no se cruza solo. Si no se ve la tele de lunes a jueves en la cena, no se ve.
Ahora, si grita, o si pega al hermano, nos tocará ayudarle, validar lo que siente, reforzar el límite y darle herramientas (enseñárselas con nuestro ejemplo) para resolver conflictos sin recurrir a gritos o a pegar.
Con paciencia y calma, todo se logra. Pero si te faltan unas de estas dos cosas, me temo que no vale.
16 años cuestionándolo todo, investigación y crítica política sin censura.