Ludwig van Beethoven, nacido el 17 de diciembre de 1770 en Bonn, Alemania, es una de las figuras más icónicas y revolucionarias de la música clásica. Beethoven creció en una familia musical; su padre, Johann, reconoció su talento desde muy joven y lo presionó para que siguiera los pasos de Mozart, esperando convertirlo en otro niño prodigio. A los 21 años, Beethoven se mudó a Viena, donde estudió con Joseph Haydn y rápidamente se estableció como uno de los pianistas más destacados de la ciudad.
Beethoven es conocido no solo por su increíble habilidad compositiva, sino también por su capacidad para romper con las convenciones musicales de su tiempo. Su obra abarca tanto el final del clasicismo como el comienzo del romanticismo, y es a menudo visto como un puente entre estos dos períodos. Entre sus composiciones más influyentes se encuentran sus nueve sinfonías, especialmente la Sinfonía No. 5 en do menor, con su icónico motivo inicial, y la Sinfonía No. 9 en re menor, que incluye el Himno a la Alegría, un himno a la humanidad que sigue siendo un símbolo de esperanza y unidad.
La vida personal de Beethoven estuvo marcada por su lucha con la sordera, que comenzó a afectar su audición en sus 20 años y lo llevó a un aislamiento progresivo. A pesar de esta discapacidad, o tal vez debido a ella, Beethoven continuó componiendo algunas de sus obras más complejas y emocionantes. Su Missa Solemnis y las Variaciones Diabelli son testamentos de su genio inquebrantable y su capacidad para encontrar nuevas formas de expresión en medio de la adversidad.
Beethoven falleció el 26 de marzo de 1827 en Viena, pero su legado perdura. Su vida y obra son una prueba de la capacidad humana para superar la adversidad y crear belleza a partir del dolor. Beethoven no solo cambió la música clásica, sino que también estableció un nuevo estándar para la expresión artística.
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