La Iglesia Católica hoy celebra a los Santos Ángeles Custodios. “Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida”, decía San Basilio (c. 330-379).
El ángel custodio de acuerdo a la tradición, vela por el bien y la salud espiritual de cada uno de los seres humanos.
San Basilio decía que Dios ha dispuesto que toda alma no esté “sola”, sino que cuente con un protector con la misión específica de acompañar y guiar a la persona a lo largo de su vida. Esta tarea ha de cumplirse desde el momento de la concepción hasta la hora de la muerte.
Nuestro ángel custodio no nos abandona ni se aleja. Lamentablemente, la mayor parte del tiempo no somos conscientes de su presencia. Por eso, es una santa costumbre que cada 2 de octubre recordemos y celebremos la fiesta de los Ángeles custodios, nuestros guardianes.
La palabra “ángel” proviene del griego antiguo y significa “mensajero”, o “el que lleva un encargo”.
En la Biblia
La Sagrada Escritura da cuenta de la existencia de los ángeles y cómo, en momentos cruciales de la historia de la salvación, ellos han aparecido con el propósito de cumplir una misión especial dada por Dios. Son creaturas como nosotros, pero gozan de una condición particular. No son seres corpóreos, y por lo tanto, no están sometidos a las leyes que regulan la materia, el tiempo y el espacio.
Los ángeles custodios son los espíritus celestiales de los que habla el Salmo 90: «A sus ángeles ha dado órdenes Dios para que te guarden en tus caminos»; y de los que da cuenta el Evangelio cuando, por ejemplo, Jesús dice: «Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial» (Mt 18,10).
En la tradición
San Agustín dice respecto a ellos: «El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel».
Enseña, además, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC, 329): «Los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan ‘constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos’ (Mt 18, 10), son ‘agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra’ (Sal 103,20)”.
Con información de Aciprensa