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¿Qué hay detrás del rechazo hacia Florinda Meza?

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Florinda Meza se volvió el blanco perfecto de la rabia digital. La narrativa es simple y tentadora: “la mujer que arruinó el elenco”, “la interesada que se quedó con el legado”, “la que desplazó a Don Ramón”, “la que no sonríe lo suficiente”. Pero esa versión omite un detalle fundamental: ella no pidió permiso para tener poder, y eso molesta más que cualquier anécdota sobre vestidores y celos en el set.

Desde que se estrenó la bioserie Chespirito: Sin querer queriendo, la conversación en redes ha sido brutal. Críticas sin contexto, teorías de conspiración, memes hirientes y comparaciones con Yoko Ono. ¿Por qué tanto veneno? Porque Florinda representa esa figura incómoda: la mujer que no se desvanece en la sombra del genio masculino. Ella cuidó a Roberto, organizó su patrimonio, rechazó medio millón de dólares por preservar su imagen… pero no se victimiza, y eso rompe el molde de la viuda digna que el público tanto adora.

La ira que despierta Florinda Meza no es justicia: es resentimiento colectivo ante una mujer que se negó a desaparecer. No fue simpática, no fue frágil, no fue decorativa. Fue estratega, pareja, voz… y dueña de su espacio. Tal vez el odio no se debe a lo que hizo, sino a lo que no aceptó ser. Y eso, en un mundo que espera sumisión femenina como estándar, es un crimen imperdonable.

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