SIN LÍMITES
Por Raúl Torres Salmerón
*Los hechos sucedidos antes y después de su fallecimiento el 9 de agosto de 1986
La salida temprano del Palacio Municipal de los funcionarios y el Alcalde Jorge Murad el viernes 8 de agosto de 1986, unas horas antes del fatal accidente, fue un momento de respiro para todos los funcionarios. Había sido una semana extenuante con la puesta en marcha del Plan de Reordenamiento Comercial de Puebla Capital y el consecuente desalojo de miles de vendedores ambulantes del Centro Histórico y su reubicación en los mercados de apoyo.
Ese viernes, el incansable Alcalde reanudó la costumbre de recorrer la ciudad por la noche. Al verlo preocupado el Secretario Particular le preguntó si pasaba algo, pero la respuesta lacónica fue: “Mañana te cuento, solo presiento como si alguien nos estuviera esperando en la esquina”.
Cuando circulaban sobre la 17 Sur, Méndez, a las 10 de la noche con 30 minutos, para sacarlo de esos pensamientos sacó una pistola de su propiedad, de la cajuela de guantes y le dijo: “Si alguien nos espera no se irá limpio”. La respuesta contundente fue: “Guarda esa pistola que con eso no se juega». Entonces la colocó debajo de su pierna derecha.
Al llegar a la Avenida Juárez, con el semáforo en verde, sintieron un gran impacto. Méndez se golpeó contra el parabrisas, que se rompió y al voltear a ver al Profesor, sus palabras, seguramente las últimas, fueron: «Ya nos pegaron».
El relato de Héctor Méndez, según lo recuerda, es estremecedor entre la conciencia y la inconciencia. Noqueado literalmente abrió la portezuela y cayó boca abajo. Después escuchó voces, gritos, sirenas, ruido de autos. Algunas personas, gritaban “es el Profesor Murad” y lo repetían.
Sintió en ese estado de sopor y seminconsciencia, que alguien lo volteó con el pie, era un socorrista y alcanzó a oír: “Déjalo, déjalo, este ya está muerto”. Más tarde llegó alguien quien le gritaba: “Héctor, despierta” y tras unas cachetadas, recobró la conciencia y preguntó por el Maestro.
La respuesta que le dieron es que ya se lo habían llevado en una ambulancia al Hospital Betania. Quien le hablaba fue Rubén Lobato, que vivía en un edificio en esa esquina, era un amigo y empleado del Ayuntamiento que al otro día iría con ellos de pesca.
Luego le dijo: “Aguanta, voy por mi carro”. Posteriormente llegó y luego de subirlo, lo trasladó a la Beneficencia Española que estaba cerca del lugar del accidente. Al otro día despertó, conmocionado y adolorido y se enteró que el Maestro había fallecido.
Estuvo internado tres días y sobre las lesiones que sufrió en el accidente, Méndez dice que fue una fractura del hueso de la frente y una cortada en la ceja izquierda de 15 puntadas.
INTERVENCIÓN DE MARCOS MORENO
Marcos Moreno Juárez, quien hasta poco antes del fallecimiento del Alcalde despachaba como Director de la Policía Estatal, la noche del 8 de agosto circulaba en su vehículo sobre la Avenida Juárez y se detuvo en el semáforo por estar la luz roja.
Observó el accidente, vio que un auto chico, marca Atlantic pasaba y fue embestido por una camioneta pick up con tumbaburros, que circulaba a toda velocidad sobre la Avenida Juárez rumbo al Paseo Bravo y se había pasado el alto.
Luego de ver y escuchar el impacto se bajó de su camioneta porque reconoció el auto que manejaba el Profesor; primero se dirigió a la pick up y detuvo al conductor, un jovencito espantado quien le dijo: «No me haga nada, soy hijo del General Falcón». Pocos minutos después, llegaran unos uniformados, entregó al hijo del General y fue a auxiliar al Profesor Murad.
El Comandante de la XXV Zona Militar era el General Maurilio Roberto Falcón Flores, originario de Múzquiz, Coahuila, quien en septiembre de 1949 ingresó al Heroico Colegio Militar. Se desempeñó en Puebla del 1º. De agosto de 1985 al 16 de julio de 1987. Fue Comandante de la VIII Región Militar con sede en Oaxaca de abril de 1992 a 1995.
En la Escuela Normal Superior del Colegio Benavente, un grupo de maestros sabía que el hijo del General Falcón, del mismo nombre, era estudiante de la Preparatoria, la que tuvo que abandonar debido a la reprobación social. Se le conocía como el muchacho que mató al Profesor Murad.
Antes del accidente, el joven Falcón había reprobado varias materias y de sus padres el castigo fue el retiro de las llaves de su camioneta hasta que presentara y aprobara los exámenes extraordinarios. El día del fatídico accidente le dieron los resultados de aprobado, llegó a su casa, les mostró las calificaciones a sus papás y le entregaron las llaves de su camioneta.
El viernes 8 de agosto de 1986 se fue a Cholula a festejar con sus amigos. Esa noche tenía que estar en el Colegio Benavente porque a las 10 y media de la noche, acompañado de compañeros y maestros se iban de excursión al volcán Popocatépetl.
Se le hizo tarde y venía muy rápido para ir a su casa y después al Benavente. Los maestros lo esperaron una hora y como no llegó, se fueron a su excursión. Al estar en el Popocatépetl se enteraron por un radio transmisor portátil del accidente y quién fue el causante.
Nadie sabe, nadie supo. El arma del Secretario Particular jamás apareció, pese a tener registro y permiso oficial de portación. Fue rastreada por la Policía y al parecer la tenía un Oficial de Tránsito asignado a la Avenida Juárez. Nunca se supo en manos de quien quedó.
Méndez Arroyo, luego de tres días de estar internado en la Beneficencia Española, tuvo vigilancia externa de su cuarto s cargo de policías estatales quienes dijeron tener órdenes de estar ahí “para lo que se le ofreciera”.
Al darlo de alta el médico, esos policías de guardia le dijeron que no podía salir pues estaba en calidad de detenido. Un hermano llamó al entonces Mayor Rodríguez Verdín, recién nombrado Director de la Policía Estatal, quien acudió de inmediato y regañó a los policías.
LO QUE PASÓ EN EL BETANIA
Quien esto escribe, en calidad de Director de Comunicación Social del Ayuntamiento, recibió en su casa una llamada telefónica a eso de las 10 de la noche con 40 minutos. Era su compadre, el reportero de Policía de El Sol de Puebla, Alfonso Molina.
Le comentó que el Profesor Jorge Murad había tenido un accidente muy aparatoso en la avenida Juárez y que una ambulancia lo llevaría al Hospital Betania. No sabía aun si había gravedad en les lesiones.
Al acudir de inmediato al nosocomio, poco antes de las 11 de la noche, una ambulancia se estacionaba en la zona de Urgencias y bajaban una camilla, dijeron que era el Alcalde, quien iba en mal estado. Incluso, cuando salió el personal médico de urgencias, ayudó a pasarlo a la camilla del hospital.
Hizo varias llamadas por el teléfono del hospital. A Víctor Cárdenas, el Contralor Municipal, quien no daba crédito a la noticia; al Secretario Técnico de Presidencia, Javier Pérez Rocha y al Ayudante personal del alcalde, Carlos Osorio Vélez.
Llegó unos minutos después el Mayor José Ventura Rodríguez Verdín, Director de la Policía Estatal y le preguntó si el Gobernador Guillermo Jiménez Morales ya estaba enterado y contestó que sí, ya que lo había enviado para informarle del estado de salud del Alcalde.
Poco después arribó la familia y llegaron más funcionarios, Francisco Macip, Jefe de Ayudantes; el Director de Gobernación Municipal, José Ríos Arias y muchos más.
Poco antes de las 2 y media de la madrugada del sábado 9 de agosto de 1986, se escucharon llantos desgarradores de miembros de la familia que estaba en el interior del nosocomio. La señal de la muerte era inequívoca. Falleció por estallamiento de vísceras.
Fue velado inicialmente en Funerales López de la 3 sur y 41 poniente, hoy llamadas Capillas Maxon. Tanta cantidad de personas y vehículos llegaron al lugar que las monjas del Colegio Teresiano América amablemente abrieron sus instalaciones sobre la 41, donde había un gran patio para utilizarlo como estacionamiento.
Después hubo un homenaje de las autoridades encabezadas por el Gobernador Guillermo Jiménez Morales y funcionarios, donde se congregó una multitud en el palacio Municipal.
Por la tarde, fue enterrado en el Parque Funerario Valle de los Ángeles. Del zócalo hasta Valsequillo, al sur de Puebla Capital, hubo filas de miles de poblanos que despidieron al Alcalde, un sepelio que nunca antes se había visto de un político en muchas partes del País, pese a la lluvia que caía ese día.
El cielo también lloró…
En fin, como dicen las Coplas de Jorge Manrique (España, 1440-1479), a la Muerte de su Padre:
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
raultorress@hotmail.com