Foto Especial
Libre Expresión / J. Antonio Cuéllar M.
Ya casi un mes de la derrota electoral y Lalo Rivera y Augusta Díaz, aún no la digieren.
Siguen en busca de culpables mientras el partido que les dio poder sufre los estragos de la derrota.
Los llamados de la militancia para realizar un análisis a fondo de las causas de la pérdida electoral, lejos de que los impulse a adoptar una actitud responsable y honesta, y llevarla a fondo, se le da una pincelada.
Su soberbia no les permite aceptar que son ambos los directamente culpables de la derrota.
El jefe de Augusta Díaz, que es Lalo Rivera, quiere seguir controlando al partido que hoy está desahuciado por su culpa.
Se lanzan amenazas de expulsar a “traidores” y luego hay marcha atrás. Se presiona a presidentes de estructuras municipales del partido en busca de apoyos; y se emprenden guerras de lodo contra políticos que se han atrevido a alzar la mano para aspirar a la dirigencia estatal.
Es secreto a voces que desde los balcones de Palacio Municipal y de la propia sede del PAN, francotiradores lanzan guerra de lodo contra todo aquel o aquella que manifieste interés por dirigir a la militancia.
Lalo y Augusta, ven como enemigos a los diputados locales Rafael Micalco, Lupita Leal, Mónica Rodríguez, al alcalde sanandreseño Edmundo Tlatehui; la diputada federal Genoveva Huerta; y al excandidato municipal, Mario Riestra.
Por el contrario a Adán Domínguez, gerente de Lalo Rivera, se le aplaude y se le respalda como la segunda opción para la dirigencia estatal, en caso de que su jefe no lograra su objetivo de convertirse en el próximo líder partidista.
El señalamiento de la militancia es que Lalo quiere dejar al PAN como dejó a la ciudad de Puebla que gobernó, en un cochinero.
16 años cuestionándolo todo, investigación y crítica política sin censura.