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Este jueves 3 de junio, con una misa solemne celebrada por los sacerdotes del Cabildo Catedralicio, la Iglesia conmemora la Solemnidad de Corpus Christi, en la que se proclama la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y le rinde públicamente el culto de adoración; en otras palabras, la Iglesia cree firmemente que, en el pan y en el vino, consagrados en cada misa, está verdaderamente presente Nuestro Señor Jesucristo. Esta fiesta se celebra el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad.
En esta ocasión, los fieles dirigen su mirada hacia Jesús Sacramentado, para pedir por el eterno descanso de quienes fallecieron durante la pandemia, pero a la vez ponen su esperanza en el Señor, en que pronto podremos retomar nuestra vida con normalidad y salir adelante unidos y fortalecidos por Dios.
En la ciudad de Puebla durante la época virreinal, la procesión del Jueves de Corpus salía de la Catedral y recorría las calles del centro de la ciudad. En el recorrido se adornaban profusamente los balcones, ventanas y fachadas, predominando el color rojo de la sangre de Cristo, y también se ponían alfombras de aserrín en las calles. La Procesión iba encabezada por el Obispo, el Cabildo Catedralicio, el Cabildo Civil, las órdenes religiosas y las diferentes hermandades y cofradías portando vistosos estandartes.
Antes de la pandemia, se había retomado la tradición de realizar la procesión por algunas calles del Centro Histórico; sin embargo, dada la situación actual, solo se realizará un breve recorrido al interior de la misma Catedral.
Origen de la festividad
A partir de la visión de Juliana de Mont-Cornillon, monja agustina de Bélgica en 1208, la diócesis de Lieja estableció en 1246, a través de un decreto sinodal, que esta nueva solemnidad del Cuerpo de Cristo, se celebrara el jueves siguiente
1 a la fiesta de la Santísima Trinidad, y que entrara en el calendario litúrgico, por lo que en el año de 1247 se pudo celebrar por primera vez.
Esta fiesta se hizo universal a través del milagro de la Hostia ensangrentada de 1264: Un sacerdote que iba de peregrino hacia Roma se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena. Era piadoso, pero dudaba de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Por lo que, al estar celebrando la misa, en el momento de la consagración, al elevar la Hostia sobre el altar, ésta empezó a sangrar, manchando el mantel y el corporal.
Confundido el sacerdote, fue a Orvieto donde se encontraba el papa Urbano IV, (quien conocía de las visiones de la monja de Bélgica y había promovido la festividad en Lieja), y le contó lo sucedido. Después de una investigación, se trasladó en una gran procesión encabezada por el Papa, la Hostia y el corporal ensangrentado a la catedral de Santa Cristina en Orvieto, donde se encuentra hasta ahora.
El 11 de agosto de 1264, el Papa publicó la Bula “Transiturus de hoc mundo”, mediante la cual, instauraba la fiesta del Corpus Cristi para toda la Iglesia, misma que se fue extendiendo con mucho éxito por todo el occidente.