Las encuestas nacionales prestigiadas que auguraron el triunfo rotundo de la 4T en la elección constitucional del pasado 2 de junio, colocan a Andrés Manuel López Obrador con el 80% de aprobación de los mexicanos y 68% lo considera el mejor presidente de México en su historia moderna. Algo que no se había visto, estando a 2 días de entregar la banda presidencial a la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, la primera mujer que será titular del Poder Ejecutivo en 200 años de vida republicana, reafirmando que la transformación es real y avanza.
Si se tratara de números exclusivamente basados en la opinión de las mayorías, no habría más que objetar: la voz de sus detractores se iría al caño automáticamente.
Andrés, se va por la puerta grande con una mayoría calificada en el Congreso de la Unión que ha aprobado 17 de sus últimas 18 iniciativas, dos de ellas fundamentales: la reforma judicial que permitirá que sea el voto popular el que elija a jueces y magistrados, hecho inédito que trasciende fronteras y que la guardia nacional pasará a formar parte de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Los datos son contundentes y cuentan para el análisis; sin embargo, el asunto es más de fondo y será el tiempo el que se convierta en juez de sus actos, de sus aciertos y errores, de las promesas que no pudo cumplir, de las que hizo realidad y, lo que me parece más importante: de una lucha que tiene que ver con el cambio de régimen a través de una REVOLUCIÓN DE CONCIENCIAS, en lugar de una guerra civil que hubiera costado millones de vidas y, quizá, la intervención extranjera.
No es con el hígado como se debe evaluar el sexenio de López Obrador, como lo hacen sus enemigos, esos mismos que catalogan torpemente trágico no invitar al rey Felipe VI de España a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum y que sueñan con una monarquía para México, añorando el arribo de Maximiliano de Habsburgo y Carlota, ocurrido en 1864.
Igualmente, acusan de dictadura, cuando no la hay; de autocracia, soslayando que impera el régimen presidencialista, como en muchas partes del mundo, ocultando sus críticas cuando gobernó el PRI y el PAN.
Se niegan a hablar del cambio de régimen que implica la reforma de sus instituciones, de la constitución y de la conducción de los hombres y mujeres, enfocando sus arrebatos a un simple cambio de gobierno o gobernar a base de caprichos, exigiendo que en 6 años se resuelvan problemas que arrastran décadas de corrupción e infortunio, sin admitir que hay culpables que deben ser señalados.
Les incomoda que los pueblos originarios se vean representados en la administración pública; rechazan la paridad de género; no soportan la estrategia de frenar de a poco la corrupción e impunidad, lastre ancestral y no tener los mismos privilegios que en gobiernos pasados.
Es una ofensa a su linaje que se busque la igualdad en la legalidad para la impartición de justicia. Para ellos, los pobres no tendrían que existir.
No sé el sitio que le corresponde a López Obrador. EL TIEMPO SERÁ EL JUEZ. Pero si yo tuviera que compararlo, lo haría con Lázaro Cárdenas del Río, Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, hombres queridos y respetados.
Intentar perversamente situarlo como el peor presidente de la época moderna, (desde 1900), refleja la insensatez, falta de escrúpulos de sus rivales y su escasa visión, ignorando que ahí entran Francisco I. Madero, el mártir de la revolución, pero timorato y apasionado del espiritismo que lo llevaron a tomar decisiones erróneas que le costaron la vida en apenas 15 meses de mandato; Pedro Lascuráin, gobernando 45 minutos para entregar dócil la presidencia a “El Chacal” Victoriano Huerta, un alcohólico traidor a la patria que murió de cirrosis; Francisco Carvajal y Eulalio Gutiérrez, las caricaturas que sirvieron al arribo de Venustiano Carranza, quien promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero basada en la de Benito Juárez de 1857; Roque González, Francisco Lagos, Adolfo de la Huerta, tan efímeros que apenas los registra la historia.
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, heredándose la silla de palacio; Emilio Portes, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo R. Rodríguez, títeres envueltos en el llamado “Maximato”.
Lázaro Cárdenas del Río, empezó la transición a la paz tan anhelada, siendo factor determinante en la expropiación de la industria petrolera; en la consolidación del sistema presidencialista y de partidos que todavía rige en el país.
Manuel Ávila Camacho, el último presidente militar, caballeroso en sus costumbres; Miguel Alemán Valdés, acusado de enriquecerse, haciendo de Acapulco su paraíso; Adolfo Ruiz Cortines, hombre austero y decente, cualidades que enaltecen, pero, por lo mismo, poco comprendido; Adolfo López Mateos, la nacionalización de la industria eléctrica y tender puentes con el exterior le hicieron destacar.
Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, el último presidente contemplado en el “milagro mexicano” llamado desarrollo estabilizador, pudo haber ganado un sitio brillante, pero la matanza de Tlatelolco y haber encubierto a Luis Echeverría Álvarez, lo condenaron al desprestigio al igual que a su sucesor; José López Portillo, nunca pudo defender el peso como un perro, como juró, desplomándose la economía; Miguel de la Madrid y la aparición del neoliberalismo lo condenaron; Carlos Salinas de Gortari, la mentira, el regalo de gubernaturas al PAN, el crimen de Colosio y Ruiz Massieu y la corrupción, lo han perpetuado en la ignominia; Ernesto Zedillo y el FOBAPROA no alcanzan una calificación aceptable, sí la desvergüenza, aunado a la matanza de Acteal y la venta de las líneas ferroviarias a compañías extranjeras para las que trabaja.
Vicente Fox Quezada, presidente fantoche, cocacolero, enmarcó su frase célebre “comes y te vas” ; Felipe Calderón Hinojosa, perseguido siempre por el fantasma del fraude electoral de 2006, inició la lucha armada contra el crimen organizado, fracasando el proyecto. Su pobre desempeño en el retroceso de la economía le costó al PAN perder la presidencia frente a Enrique Peña Nieto, aligerando el regreso del PRI.
Peña, fue un muñeco de aparador que hizo de la corrupción su principal programa de gobierno, quizá por eso vive en España sin trabajar y no se le acaba el dinero.
Se quiera o no, Andrés Manuel López Obrador se cuece aparte con sus defectos y virtudes.
POSDATA: Los adversarios del tabasqueño tragan gordo, porque ocupará la Presidencia de la República la doctora Claudia Sheinbaum.
POSDATA 2: Nunca, en la historia de México, un presidente se ha dejado manipular por su predecesor. Los hilos se rompen obligadamente.
En todos los tiempos ha habido mentiras, intrigas, traiciones y deslealtades, pero también lealtades.
POSDATA 3: En sus memorias, López Obrador podría contar todo lo que no ha dicho y explicar profundamente su filosofía de primero los pobres; con el pueblo todo, sin el pueblo nada; la revolución de las conciencias; el humanismo mexicano; el bienestar común; su interpretación de la lealtad; su postulado de no mentir, no robar, no traicionar.
Posiblemente, entonces, sus odiadores asimilen que esto va más allá de sus intereses personales.
POSDATA 4: Por supuesto que tuvo errores, no al grado de lo que promueve la insidia.
POSDATA 5: Impresionantes las muestras de afecto y respeto de los migrantes mexicanos y de habla hispana en Estados Unidos por López Obrador, fenómeno nunca visto al término del mandato de un presidente en México.
POSDATA 6: Las diferencias entre los gobiernos de México y España, seguramente se arreglarán a través de la diplomacia.
POSDATA 7: Si es real la carta del gobierno de Tabarnia al gobierno mexicano, tratando de justificar históricamente a la corona española, ¿por qué no respondió el rey Felipe VI a la epístola de un jefe de estado, que data de 2019, en los términos que hubiera juzgado pertinentes?
Tabarnia, territorio de Cataluña capital de Barcelona, no tenía ni debía asumir el papel de la monarquía para refrendar su categoría de súbdito, pretendiendo minimizar la jerarquía del presidente de México.
Si la invitación a la toma de posesión de la doctora Claudia Sheinbaum no llegó al rey Felipe VI, no fue por eludir la solicitud de perdón a los pueblos originarios, sino por la falta de cortesía de no responder a una carta del jefe del estado mexicano enviada desde hace 5 años. Ahora, lo hace el gobierno de Tabarnia por iniciativa propia u obedeciendo a su rey, so pena de que la desobediencia se paga con mazmorras.