Libre Expresión / José Antonio Cuellar M.
No será con entrevistas a modo, o con descalificaciones a Edmundo Tatehui Percino- uno de los aspirantes a la dirigencia estatal del PAN, cómo Augusta Valentina Díaz, podrá apagar el fuego que por falta de tacto y prudencia crece al interior del PAN que en noviembre renovará a su dirigencia estatal, si no decide otra cosa el Comité Ejecutivo Nacional.
Edmundo Tlatehui, pidió a la dirigencia nacional atraer el proceso interno del PAN poblano, lo cual es descalificado por Augusta Valentina que tiene puesta la camiseta del Eduardo Rivera y de un grupo que ha convertido al Partido Acción Nacional en una agencia de colocación de empleo.
La militancia panista está lastimada, el exalcalde Eduardo Rivera, hizo acuerdos vergonzantes con otras fuerzas políticas, y haciendo a un lado los intereses del Partido y militancia que le dio todo – dinero y poder- antepuso el bienestar familiar, y aseguró que su esposa Liliana Ortiz, fuera diputada federal.
Quiso ser gobernador pero perdió, y en esa vorágine carrera política, dejó a su gerente Adán Domínguez, al frente del Ayuntamiento, que resultó un inútil, endeudando a la comuna por 680 millones de pesos y con señalamientos de corrupción, una ciudad secuestrada por la delincuencia y con pésimos servicios públicos.
Ahora, Eduardo Rivera, quiere mantener el control del PAN, y en este juego Augusta Valentina, hace su parte, tratando de convencer a los comités municipales que debe ser el Consejo Político que decida al próximo dirigente estatal.
La primera propuesta fue Eduardo Rivera, luego Adán Domínguez, y ahora se promueve a Felipe Velázquez, todos del mismo grupo.
El desprestigio de Eduardo Rivera, rebasa la instancia estatal y afecta a la campaña nacional de Jorge Romero, que quiere convertirse en el dirigente nacional del PAN.
El propio Jorge Romero, ha sido enterado de las prácticas antidemocráticas de Eduardo Rivera Pérez, que no abona a un clima de unidad.
La militancia está a favor de que el próximo dirigente estatal sea surgido del consenso de la misma, es decir de una consulta abierta y no de una imposición surgida por Eduardo Rivera y Augusta Valentina, a través del Consejo Político, el que controlan.