Vaticano.- En su audiencia general del miércoles, El Papa Francisco, se refirió al celo evangélico que denota prontitud, salida, preparación, y no se puede permanecer parados, encerrados en una oficina, en el escritorio o en el ordenador haciendo polémicas como ´leones de teclado` y sustituyendo la creatividad del anuncio con el copia y pega de ideas tomadas aquí y allí. Es necesario estar libres de esquemas, abiertos a las sorpresas de Dios.
El Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre la pasión por la evangelización.
En la Audiencia General el Santo Padre volvió a poner el ejemplo de San Pablo y reflexionó sobre el celo apostólico:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber visto, hace dos semanas, el impulso personal de San Pablo por el Evangelio, podemos reflexionar hoy más profundamente sobre el celo evangélico, así como él mismo habla sobre ello y lo describe en algunas de sus cartas.
En virtud de su propia experiencia, Pablo no ignora el peligro de un celo distorsionado, orientado en una dirección equivocada; en este peligro había caído él mismo antes de su caída providencial en el camino de Damasco. A veces tenemos que lidiar con una preocupación mal orientada, obstinada en la observancia de normas puramente humanas y obsoletas para la comunidad cristiana. «El celo -escribe el apóstol- que ésos muestran por vosotros no es bueno» (Gal 4,17).
No podemos ignorar la preocupación con la que algunos se dedican a ocupaciones equivocadas también en la misma comunidad cristiana; se puede presumir de un falso impulso evangélico mientras se está persiguiendo en realidad la vanagloria o las propias convicciones. O el amor propio.
Por esto, nos preguntamos: ¿Cuáles son las características del auténtico celo evangélico según Pablo? Para esto, me parece útil el texto que hemos escuchado al iniciar, una lista de “armas” que el Apóstol indica para la batalla espiritual.
Entre estas está la prontitud para propagar el Evangelio, traducida por algunos como “celo” -esta persona es un celoso para llevar adelante estas ideas, estas cosas-, e indicada como un “calzado”. ¿Por qué? ¿Por qué el impulso por el Evangelio está vinculado a lo que se pone en los pies? Esta metáfora hace referencia a un texto del profeta Isaías que dice así: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: “Ya reina tu Dios”!» (52,7).
También aquí encontramos la referencia a los pies de un anunciador de buenas noticias. ¿Por qué? Porque quien va a anunciar debe moverse, ¡debe caminar! Pero notamos también que Pablo, en ese texto, habla del calzado como parte de una armadura, según la analogía de la equipación de un soldado que va a la batalla: en los combates era fundamental tener estabilidad de apoyo, para evitar las insidias del terreno, porque a menudo el adversario llenaba de trampas el campo de batalla, y para tener la fuerza necesaria para correr y moverse en la dirección adecuada. Por eso la armadura es necesaria para evitar todas estas cosas del adversario.
El celo evangélico es el apoyo en el que se basa el anuncio, y los anunciadores son un poco como los pies del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. No hay anuncio sin movimiento, sin “salida”, sin iniciativa. Esto quiere decir que no se es cristiano si no se está en camino. No es cristiano si no sale de sí mismo, para empezar un camino y llevar un anuncio. No hay anuncio sin movimiento, sin camino.
No se anuncia el Evangelio parados, cerrados en una oficina, en el escritorio o en el ordenador haciendo polémicas como “leones de teclado” y sustituyendo la creatividad del anuncio con el corta y pega de ideas cogidas aquí y allí. El Evangelio se anuncia moviéndose, caminando, yendo.