SIN LÍMITES
Por Raúl Torres Salmeron
*Son de actualidad para gobernantes de todos los partidos
El pasado 24 de junio, la Iglesia Católica poblana conmemoró el noveno año de la beatificación de Juan de Palafox y Mendoza, quien fuera obispo de Puebla y Virrey de la Nueva España, además de constructor de la Catedral poblana.
Atacado por unos y defendido por muchos, Palafox y su pensamiento político ha sido resumido por el también escritor poblano Ernesto de la Torre Villar, nacido en Tlatlauquitepec (1917-2009), en un libro denominado Don Juan de Palafox y Mendoza, Pensador Político, editado con el título de Textos Imprescindibles, por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
De la Torre Villar en su introducción, señala que Palafox fue un ser político por excelencia. Sus puestos de gobernador de villas de su padre; confesor de la reina de Hungría y su guía; fiscal del Consejo de Guerra y luego también consejero de Indias; su nombramiento como Obispo de Puebla de los Ángeles; como visitador; como Arzobispo de México y Virrey de Nueva España fueron esencialmente políticos, como también lo fue el de consejero del Reino de Aragón, que se le otorgó al final de su vida.
Lo define esencialmente como un zoon politikón, un hombre investido de hábito talar que desempeñó puestos eminentemente políticos, eminentemente espiritual que se conjuga, no se sobrepone, a su calidad de eminente jurista, pues conoció a fondo las leyes divinas y humanas.
Vayamos pues a los principales consejos del buen gobierno:
-De la bondad y eficacia que tiene un gobernante honesto y respetado:
El príncipe perfecto ha de ser en la religión pío, en el pensar generoso, en el hablar templado, en el resolver prudente, grato al oír, recto al juzgar, largo al premiar, justo al castigar por mano de sus ministros, clemente al perdonar por la suya. En los consejos atento, pronto en las ejecuciones, en las felicidades igual y en las adversidades constante.
-Del modelo ideal para los gobernantes:
Concitará gran respeto y acatamiento a las leyes divinas, acatar las leyes humanas y los principios básicos de todo gobernante de escuchar a sus súbditos, ministros y consejos, pero asiendo firmemente el poder sin delegarlo a sus subordinados.
-De la actuación con prudente eficacia:
Desdichado el tiempo en que no se puede hacer justicia, porque es esta virtud la que contiene los reinos en paz, reprime facinerosos, asegura a los buenos, sosiega las ciudades y provincias, enfrena los poderosos, ampara los pobres y desvalidos… Casi todos los reinos se pierden por falta de justicia; no sólo porque el número de los malos crece con la relajación y el desprecio de las leyes, sino porque siendo la primera obligación del reinar hacer justicia, como quien dice sobran los príncipes si falta la justicia de los reinos.
-De la prudencia y acierto que el monarca debe tener para seleccionar a sus auxiliares, a sus ministros:
De tal manera debe gobernar el príncipe sin soltar el timón de la mano, que él mismo con lento y secreto pulso y ciencia experimental vaya obrando y mirando lo mejor, enmendando y navegando.
Qué propio es de hermanos y compañeros el detenerse unos a otros al subir. ¡Oh, ambición humana que no te contentas con anhelar por lo más, sino con detener y asir a los hombres a lo menos! ¡Qué vicio tan frecuente en las cortes de los reyes, irse tirando unos a otros de la capa, y el más amigo disponer secretos lazos el amigo!
-De cumplir promesas y ofrecimientos que los mandatarios hacen al pueblo:
Mucho deben los príncipes tener en firme reputación sus palabras, sus pactos, ofrecimientos, promesas. Y aunque no hay duda que pueden suceder accidentes que justifiquen no poderse con el efecto cumplir lo que se ofreció (y en este caso debe quedar el crédito en su fuerza, aunque tenga la promesa cumplimiento), pero procuren no prometer lo que es verosímil que no han de poder cumplir.
-De cómo debe cuidarse de la envidia y la ira:
Debe el príncipe o magistrado, en quien los bienes y males obran poderosamente, recatarse de la envidia, de la ira, cuidar que no cobre fuerza, irla a la mano al nacer, vencerla con actos contrarios a los mismos que persuade. Deben aprender todos los príncipes y grandes magistrados a no dar tanto lugar a la ira o a la envidia, que cobre fuerza en ellos, porque después no tendrá la razón para alumbrarlos y bastará cualquiera leve centella a inflamarlos y perderlos.
Tiene Palafox muchos otros consejos de buen gobierno como la cualidad esencial en el gobernante es la prudencia; de los exhortos al pueblo a mantener lealtad a los príncipes; de la veracidad, rectitud, nobleza en el obrar; de tener un príncipe recto y prudente, ministros sabios, activos y eficaces, normados por las leyes con sano y oportuno consejo; de efectuar una recta aplicación de la ley y a una sana administración de justicia que es la base de la convivencia humana; de tener una aplicación sabia y prudente de la ley y de la administración de recta y oportuna justicia.
Finalmente, de acuerdo a De la Torre Villar, el último consejo de buen gobierno es sobre la autoridad y el gobierno que el rey debe tener hacia sus subordinados, con gran prudencia recomienda que nunca pierda el rey la autoridad sobre sus subordinados, que los conduzca con enérgica dignidad, de gobernar para todos, con rectitud, mirando el todo universal de su gobierno, no el interés de unos cuantos ni algunos males especiales.
A 361 años de su muerte, las ideas de don Juan de Palafox y Mendoza siguen vigentes.
En fin, como decía una copla contra Palafox por su carácter fuerte:
Advierte, conde, el ardid,
pues Dios te ha dado talento.
No se atreva a tu sarmiento
la palafoxiana vid.
Y a tu cuerdo discurrir
no te dé un traidor astuto
que es vid, que da por fruto
vivir sin dejar vivir.
raultorress@hotmail.com
16 años cuestionándolo todo, investigación y crítica política sin censura.