Una de las cosas que aprendí tras certificarme como facilitadora de disciplina positiva fue la importancia de alentar a los niños, es decir, aprender cómo motivar a nuestros hijos y la diferencia entre Alentar y Alabar.
Todas las madres queremos motivar a nuestros hijos ¿verdad? Ahora, saber cómo motivar a nuestros hijos es otra historia.
Y además, dejar de alabar o halagar, y pasar a alentar, no es fácil.
Se nos ha quedado grabado a fuego que para que un comportamiento se repita, hay que reforzarlo positivamente. Por tanto, si nuestro hijo hace algo que nos gusta, lo reforzamos, con el «sano» objetivo de que ese comportamiento se repita.
Sin embargo, no nos damos cuenta de que alabar a los niños tiene más consecuencias negativas que positivas.
Como decía Dreikurs, para crecer, un niño necesita aliento igual que una planta necesita agua.
¿Qué significa esto? Vamos a verlo.
Cómo motivar a nuestros hijos: Alentar o Alabar
Hace poco leí una frase que me encantó:
«Eres la influencer de tus hijos».
Si estás aquí, es porque tú también eres “Influencer”. Porque tienes los mejores “followers” del mundo: tus hijas e hijos (o tus alumnas y alumnos).
Nos observan, nos copian, nos siguen… a todas horas.
Nosotras, como madres y padres, podemos utilizar nuestra «influencia» de dos formas:
Empoderando, dando alas, favoreciendo conductas positivas, basadas en el esfuerzo y la empatía; o creando barreras, fomentando la necesidad de aprobación, comunicando juicios y valoraciones personales.
¿Te gusta mamá?
Vamos a ponernos en contexto para que resulte más claro:
“Mamá, te gusta?”
“Mamá, lo hago bien?”
“Mamá, mira como lo hago… mamá!!!”
Ay que se ha vestido mi niña ella solita!!! Muy bien!!!”
Qué bonito, un aplauso para mi niño!!!”
“Es muy bonito, me gusta mucho!!!”
“Eres un niño muy bueno!!!”
“Muy bien hecho!!! Bien!!!”
¿Te suenan estas frases? Puede que las digas tu, o que las escuches en tu entorno, pero ¿Y que ha de malo en ello? te preguntarás…
Efectos del elogio
El aliento, al contrario que el elogio o la alabanza, intenta infundir valor a las personas. De esta forma, enseñamos a los niños que el resultado no es lo importante, les enseñamos a aprender de los errores, que equivocarse no es malo… ¡sino todo lo contrario!.
En cambio, el elogio o la alabanza es como alimentar a los niños con chocolate. De vez en cuando, está bien, gusta y nos alegra el día, pero si continuamente les damos chocolate, terminaran con diarrea, caries, siendo adictos al azúcar e incluso, aborreciendo el chocolate.
Los niños buscan nuestra aprobación, está en su ADN. Necesitan pertenencia e importancia, como la planta necesita el agua, para crecer, y de nosotros depende que su crecimiento sea adecuado, sano, empoderante y libre, o convertirlos en adictos a la aprobación externa.
Cuando abusamos de los elogios o alabanzas, estamos contribuyendo a que el niño vaya aprendiendo a modelar su comportamiento para para obtener nuestro amor y nuestra aprobación, porque cuando alabamos continuamente a un niño, nos estamos centrando en el resultado final de su conducta, en si es aquello que le habíamos pedido, o algo que nos gustaría que se repita en el tiempo.
Su motivación extrínseca o externa aumenta, de modo que su comportamiento se orienta a conseguir la aprobación de los demás. Disminuye la motivación intrínseca, por lo que deja de hacer cosas por el simple placer de hacerlas por sí mismo, de interesarse por actividades y persistir en ellas.
Diferencias entre alabar y alentar
Alabar: no veo el proceso, solo el resultado. Y si el niño fracasa, no hay alabanza. No se valora el esfuerzo. “No soy capaz. Si me equivoco, no estarán orgullosos de mi”.
Alentar: Me enfoco en el proceso. Veo el esfuerzo, se equivoque o no. “Yo soy capaz, independientemente del resultado”.
Aunque el elogio pueda parecer que funciona, hay que considerar sus efectos a largo plazo. A largo plazo, la consecuencia del estímulo es la auto confianza, y la del elogio, es la dependencia en los demás, la necesidad de aprobación.
El aliento, al contrario que el elogio o la alabanza, intenta infundir valor a las personas. De esta forma, enseñamos a los niños que el resultado no es lo importante, les enseñamos a aprender de los errores, que equivocarse no es malo… ¡sino todo lo contrario!
El elogio o la alabanza para motivar a los niños es como alimentar a los niños con chocolate
El elogio o la alabanza es como alimentar a los niños con chocolate. De vez en cuando, está bien, gusta y nos alegra el día, pero si continuamente les damos chocolate, terminaran con diarrea, caries, siendo adictos al azúcar e incluso, aborreciendo el chocolate.
Los niños buscan nuestra aprobación, está en su ADN. Necesitan pertenencia e importancia, como la planta necesita el agua, para crecer.
De nosotros depende que su crecimiento sea adecuado, sano, empoderante y libre, o convertirlos en adictos a la aprobación externa.
Cuando abusamos de los elogios o alabanzas, estamos contribuyendo a que el niño vaya aprendiendo a modelar su comportamiento para para obtener nuestro amor y nuestra aprobación.
Porque cuando alabamos continuamente a un niño, nos estamos centrando en el resultado final de su conducta, en si es aquello que le habíamos pedido, o algo que nos gustaría que se repita en el tiempo.
Su motivación extrínseca o externa aumenta, de modo que su comportamiento se orienta a conseguir la aprobación de los demás. Disminuye la motivación intrínseca, por lo que deja de hacer cosas por el simple placer de hacerlas por sí mismo, de interesarse por actividades y persistir en ellas.
Cómo motivar a nuestros hijos con el aliento
Hablamos de cómo motivar a nuestros hijos sin usar el halago o la alabanza ¿verdad? ¡Queremos que reciban aliento!
La idea es que motivemos a los niños valorando el esfuerzo, no el resultado, dirigiéndonos no al que ha hecho la acción (persona) sino al hecho o acción en sí, sin etiquetas, con una actitud apreciativa, que invite al niño a cambiar por él mismo, no por lo que opinen los demás.
Que enseñe cómo pensar, en vez de preocuparme por lo que puedan pensar los demás, y con efectos a largo plazo de confianza en uno mismo y seguridad, en vez de dependencia y necesidad de aprobación.
No se trata de cambiar el comportamiento de los niños (para más info, te puede interesar el artículo Necesito que mi hijo cambie su comportamiento), menos todavía si tratamos de hacerlo a través de premios y castigos (motivación extrínseca, hago lo que me piden para obtener algo, o para evitar un castigo) sino de lograr que hagan las cosas porque entienden el por qué, a través de la motivación propia e interna que produce el aliento.
¿Y el «muy bien»?
AYYYY ese «muy bien» que nos sale solo…
Respecto al muy bien, hay muchas teorías, algunas más restrictivas (¡nunca digas muy bien!) otras menos.
Nosotros en CFC somos partidarios de que no hay que eliminar el «muy bien» de nuestro vocabulario, sino dosificarlo..
Es decir, si quieres empezar a dejar de decir «muy bien» no hace falta que lo elimines de tu vocabulario, hace falta que lo dosifiques. Quizá hay muchos momentos en los que puedes dejar que sean ellos los que opinen sobre su trabajo.
Por ejemplo, han hecho un dibujo y nos preguntan «¿te gusta?» y podríamos decir «sí, está muy bien, me encanta, que bonito… etc» . Ahí termina la conversación.
O bien podríamos decir ¿a ti qué te parece? Cuéntame, ¿Qué colores has utilizado? o simplemente describir lo que vemos: veo que has usado un montón de colores… ¡anda, has puesto los árboles rojos! cuéntame!
No consiste en convertirnos en padres robot (aunque al principio nos salga un poco robótico
Hasta aquí el artículo de hoy. Espero que te haya ayudado a ver las diferencias entre el aliento y el halago (o alabanza, elogio…).
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Con cariño,
Laura