Sería erróneo pensar que los españoles del siglo XVI son los únicos responsables de que la Ciudad de México se hunda en la actualidad. Por el contrario, la capital mexicana es una de las más densamente pobladas de todo el planeta. Aunado a la falta de urbanización planeada y a la extracción de agua de mantos acuíferos subterráneos, el sedimento del área metropolitana se está fragmentando.

Un estudio reciente realizado por Advancing Earth and Space Science destaca que ésta no es la primera vez en la historia que se registra el hundimiento de la ciudad. Por el contrario, los datos disponibles que datan desde hace 115 años, han sido comparados con la información de GPS recopilada desde hace 24 años. Los principales responsables en la actualidad de este fenómeno son el drenaje excesivo de acuíferos subterráneos, y la agregación de las capas de arcilla sobre las que ésta descansa.

La investigación describe como «imparable» el ritmo en el que se han agrietado y comprimido las capas de tierra debajo de la Ciudad de México. La falta de agua en el antiguo lecho del lago está afectando el sedimento natural de la zona. Las consecuencias pueden ser graves en términos de abastecimiento de agua para los millones de pobladores, así como para la fragmentación de la infraestructura pública sobre la superficie.

No toda la Ciudad de México se hunde a la misma velocidad

Vista aérea de Reforma, cerca del Centro Histórico de la CDMX. Foto: Especial 

Es una realidad que no toda la ciudad se está hundiendo al mismo nivel. Se tiene registro de que el Centro Histórico es de los sectores más afectados, con un ritmo de 40 centímetros de hundimiento al año. Los efectos de este fenómeno se aprecian ya en ciertos inmuebles con alto valor arqueológico e histórico, pues se han visto agrietados y desnivelados significativamente en los últimos años.

En la zona noroeste de la ciudad, sin embargo, donde la urbanización todavía no está tan desarrollada como en otros sectores, el hundimiento es mucho menor que en zonas más densamente pobladas. Los sectores marginales, por tanto, podrían padecer pronto de problemas relacionados a fisuras y fracturas del suelo.

Se calcula que, en la actualidad, el sedimento está comprimido en un 17 %. En 150 años, se estima que se alcance el 30 % de compresión en las capas de arcilla. Aunque apenas sobrepasamos la mitad del total estimado, es una realidad que estos cambios son casi irreversibles, según aseguran los autores del estudio:

«INCLUSO SI SE ELEVARAN LOS NIVELES DE AGUA, NO HAY ESPERANZAS DE RECUPERAR LA GRAN MAYORÍA DE LA ELEVACIÓN PERDIDA Y LA CAPACIDAD DE ALMACENAMIENTO PERDIDA DETALLAN LOS EXPERTOS.

El peso de la ciudad y los cimientos poco profundos hace que el suelo se compacte. Aunado a la constante extracción de agua y la creciente expansión del área metropolitana, revertir las consecuencias se ha vuelto casi imposible.

En términos de urbanización y acceso a los recursos naturales, la situación es preocupante en la capital mexicana. Al respecto, los autores señalan que en la agenda de la ciudad debería de figurar la recolección de agua de lluvia, o maneras alternativas para la obtención de este recurso fundamental para la vida.