Foto Especial
*La violencia se sigue ejerciendo contra migrantes que no deben seguir viviendo en la clandestinidad y ser presa fácil de grupos delictivos.
Por José Guadalupe Torres Campos
CEM
«En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt. 25,40)
El 24 de agosto de 2010, en el rancho Huizachal, San Fernando, en el fronterizo estado de Tamaulipas, 72 migrantes, de diferentes nacionalidades, son masacrados a manos del Crimen Organizado. Migrantes de diferentes nacionalidades (Brasil, Ecuador, Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador), que buscaban una vida mejor, fueron concentrados en una bodega abandonada.
Ahí fueron asesinados con el tiro de gracia por haberse negado a trabajar para el crimen transportando en sus mochilas la droga a Estados Unidos.
Freddy Lala, migrante ecuatoriano sobreviviente a la masacre, logró caminar 20 kilómetros hasta un retén de la Marina para denunciar los hechos.
Este hecho y tantos otros de secuestro, extorsión y asesinatos a tantos otros migrantes antes y después, situación que se sigue dando hasta nuestros días, pone al descubierto la fragilidad del Estado Mexicano frente a la proliferación de grupos delincuenciales que han permeado todo el territorio nacional, así como la vulnerabilidad de toda la población frente a los criminales, pero especialmente de las personas migrantes quienes fácilmente caen en manos de los grupos al margen de la ley.
Este acontecimiento de la masacre de los 72 migrantes en San Fernando, y de tantos otros que hoy en día siguen siendo víctimas del crimen organizado, exigen del gobierno políticas migratorias más justas y accesibles que no obliguen a los migrantes a vivir en la clandestinidad y convertirse en presa fácil de estos grupos.
Las políticas migratorias que buscan frenar y reprimir la migración solo favorecen a los grupos criminales que hacen de las personas migrantes un objeto de negocio que les genera altas sumas de dinero.
Como Iglesia, nos duele la situación por la que atraviesan muchos hermanos y hermanas migrantes y, nos solidarizamos con las familias de estos 72 y de todas las personas migrantes que han sido víctimas del crimen organizado en nuestro país y que hoy claman por justicia y verdad.
Que la Bienaventurada Virgen María, nuestra Madre de Guadalupe, que sufrió al ver martirizar a su propio hijo, traiga consuelo y esperanza a estas familias y acompañe a todos los migrantes en su camino.
+ José Guadalupe Torres Campos
Obispo de Ciudad Juárez
Dimensión Episcopal de Pastoral De Movilidad Humana