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La línea de 10,6 kilómetros recién inaugurada en Ciudad de México tiene capacidad para trasladar 90.000 pasajeros diarios en una de las zonas más humildes de la capital
Foto: Especial
Ciudad de México llega tarde a la moda del teleférico. La Paz, en Bolivia, y Medellín, en Colombia, empezaron a conquistar sus alturas hace más de una década y cuentan ya con una red de varias líneas. Pese al retraso, la capital mexicana acaba de incursionar a lo grande. Los 10,6 kilómetros convierten a la Línea 2 en la más larga de Latinoamérica, según el Gobierno local. A ella se suma otra de 9,2 kilómetros en el norte de la ciudad, también área de pendientes, que fue inaugurada hace un mes. Un total de 6.000 millones de pesos invertidos, unos 300 millones de dólares.
Puestos de comida donde antes había un hoyo
En Torres de Buenavista, la estación donde se ha bajado Montero, se ven brotes de cambio o de desesperación, según se mire. Fachadas recién pintadas de colores llamativos, un frontón para los niños, y nuevo pavimento. Las autoridades quieren que las estaciones abran oportunidades en estas colonias olvidadas. Con el escozor económico que ha dejado la pandemia, sus habitantes no necesitan que les apremien: varios puestos de comida buscan captar la atención del viajero en lo que antes era un tiradero de cascajos. Hay 1.475 nuevos negocios gracias a la obra, según el Gobierno.
El cablebús se adentra en territorio más escarpado. Las viviendas escalan los cerros de la Sierra de Santa Catarina, un área ecológica protegida, y se atreven incluso con las laderas del extinto volcán Tetlalmanche, de 2.820 metros. No es de extrañar que todavía un 13% de las construcciones de la alcaldía carezca de agua entubada, frente a un promedio del 9% en la ciudad.
Dos vecinos practican boxeo, en un parque cercano a una de las estaciones del cablebús Foto: Especial