San Salvador, 9 de diciembre de 2024. Hasta hace pocos años, El Salvador era uno de los países más violentos del mundo. Sin embargo, bajo el gobierno del presidente Nayib Bukele, el país se ha transformado, alardeando de 700 días sin homicidios relacionados con criminales o pandilleros, según cifras oficiales.
El terror de las pandillas
Durante décadas, pandillas como La Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 mantuvieron aterrorizada a la población. Estos grupos, originados tras deportaciones masivas desde Estados Unidos, extorsionaban, robaban y asesinaban, convirtiendo a barrios enteros en zonas de guerra. Incluso dentro de las prisiones, los detenidos controlaban sus actividades ilícitas.
Estado de excepción: Mano dura contra el crimen
Desde marzo de 2022, El Salvador vive bajo un estado de excepción que otorga a las autoridades amplios poderes para detener y encarcelar sin necesidad de órdenes judiciales. «Ser pandillero es ser terrorista», ha declarado el gobierno, justificando las detenciones masivas.
Una pieza clave de esta estrategia es el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), una prisión de máxima seguridad construida con capacidad para 40,000 reclusos, inaugurada el 24 de febrero de 2023. Allí se encuentran los líderes y miembros clave de las pandillas, completamente aislados del exterior. En el penal, enemigos de antaño conviven bajo estrictas reglas y condiciones que rozan el límite de la humanidad.
La vida dentro del Cecot
El Cecot es un entorno de control total. Cada módulo puede albergar hasta 3,000 prisioneros, divididos en 32 celdas con capacidad para 100 internos cada una. Sin contacto con el exterior, los reclusos tienen actividades físicas y médicas estrictamente vigiladas. Las celdas de castigo, aún no utilizadas, son espacios oscuros con apenas un destello de luz, diseñados para aislar completamente a los prisioneros.
Las revisiones sorpresa, los alimentos básicos y las estrictas reglas de convivencia mantienen a los internos bajo constante sometimiento. «Hoy están en el infierno», describe el director del penal, recordando los crímenes atroces que llevaron a estos hombres allí.
El impacto en la sociedad
Las medidas extremas han dado resultados visibles: barrios antes dominados por pandillas han sido recuperados, y lugares emblemáticos como el Centro Histórico de San Salvador son ahora puntos turísticos y de recreo. Sin embargo, no todo es positivo. Expertos en seguridad como Edgardo Amaya advierten que, aunque la violencia ha disminuido, persisten denuncias de detenciones arbitrarias, desapariciones y hacinamiento en otras prisiones del país.
La nueva realidad salvadoreña
Los salvadoreños enfrentan un dilema constante: aceptar los riesgos del estado de excepción o volver al terror pandillero del pasado. Para muchos, la decisión es clara. Prefieren sortear la incertidumbre de no ser acusados injustamente a vivir nuevamente con el miedo y la violencia que marcaron la vida en El Salvador durante décadas.
Aunque el país ha dado un giro impresionante, las imágenes de reclusos sometidos y las historias de familias separadas dejan claro que el costo humano de esta transformación es inmenso. «Ellos no tienen vida, pero quieren seguir respirando», es el reflejo de una lucha que no deja a nadie indiferente.
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