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Ciudad del Vaticano.- En la tercera Semana de Cuaresma, el Papa Francisco pidió «rezar mucho para que como hijos que, sin cansarse, llaman confiados a la puerta del Padre, no como mercaderes avaros y desconfiados”.
Ante los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, su Santidad haciendo una reflexión acerca del pasaje bíblico en que Jesús expulsa a los mercaderes del templo, expuso que “en el templo entendido como mercado, para estar bien con Dios bastaba comprar un cordero, pagarlo y consumirlo en las brasas del altar. Comprar, pagar, consumir, y después cada uno a su casa”.
Y por el contrario,“entendiéndolo como casa, sucede lo contrario: Se va para visitar al Señor, para estar unidos a él y a los hermanos, para compartir alegrías y dolores. Todavía más, en el mercado se juega con el precio, en casa no se calcula; en el mercado se busca el propio interés, en casa se da gratuitamente”.
“Jesús es hoy duro porque no acepta que el templo-mercado reemplace al templo-casa, que la relación con Dios sea distante y comercial en vez de cercana y llena de confianza, que los puestos de venta sustituyan a la mesa familiar, los precios a los abrazos y las monedas a las caricias”.
“De ese modo se crea una barrera entre Dios y el hombre, y entre hermano y hermano, mientras que Cristo vino a traer comunión, misericordia y cercanía”.
En otra parte de su mensaje recordó que en Cuaresma “es hacer en nosotros y a nuestro alrededor más casa y menos mercado, rezando, rezando mucho, como hijos que, sin cansarse, llaman confiados a la puerta del Padre, no como mercaderes avaros y desconfiados”. “Y, después, difundiendo fraternidad. Hace mucha falta”.
Otro aspecto, que dijo es “en el silencio incómodo, aislador, a veces incluso hostil, que se encuentra en muchos lugares”.
Invitó a los fieles: “¿Cómo es mi oración? ¿Es un precio que hay que pagar o es el momento del abandono confiado durante el que no miro el reloj? ¿Y cómo son mis relaciones con los demás? ¿Sé dar sin esperar nada a cambio? ¿Sé dar el primer paso para romper los muros del silencio y los vacíos de las distancias?”. «Estas preguntas debemos hacérnoslas”.
Invocó a la Virgen María para que ella “nos ayude a ‘hacer casa’ con Dios, entre nosotros y a nuestro alrededor”.